Abrir como regalo de Reyes a los nueve años una pizarra supuso el ítem más significativo en mi vocación como profesora.Desde entonces, no pasó un día sin que sentara a mis muñecos y a mi hermano pequeño cuando se dejaba a enseñarles la lección. Siempre me gustó explicar dudas a los compañeros, disfrutaba saliendo al encerado a resolver ejercicios y me divertía enormemente hacer comprender a los demás los secretos del conocimiento. Sin embargo, no fue hasta el segundo año de carrera cuando me di cuenta de que quería dedicarme a enseñar. ¡Eso sí! Quería formar a personas que quisieran aprender aquello que yo deseaba mostrarles, y para ello el lugar apropiado era la Universidad.
Comenzaba para mí un duro camino cuyo principio era terminar la carrera, a continuación aprender el oficio, elegir pasar por un abrupto tramo en el que compaginar trabajo y estudios, y por último tener el valor suficiente para confesar a una mentora que mi sueño era dar clase en la Universidad, con la absurda ilusión de que a lo mejor podía ayudarme.
Sin duda alguna esa fue la clave para poder estar hoy donde estoy: enseñanando a alumnos del Grado en Educación Infantil y del Grado en Educación Primaria cómo educar a sus alumnos en lo que respecta a la Eduación Artística y Plástica. Asimismo, estoy escribiendo mi tesis doctoral y también creando un máster junto con dos profesores, además de planificando diversos proyectos con varios compañeros.
Efectivamente: enseñar me apasiona. No sólo cuando estoy dando clase estoy en “mi elemento” (Ken Robinson), sino cuando preparo clases, cuando corrijo e incluso cuando respondo correos electrónicos disfruto de mi profesión. Emocionarme durante una clase o simplemente mientras cuentas a otros tu experiencia como docente es algo que me sucede a menudo, y es una sensación impresionante.
Desde aquí, animo a todas las personas a que luchen por su sueño porque es la única manera de que se haga realidad. Lo mejor de todo es que cuando se cumple, no hay satisfacción mayor.
Irene Ros
Lo prometido es deuda, así que, aquí estoy siguiendo tus pasos igual que cuando eras pequeña, sólo que ahora virtualmente y por supuesto siempre dándote ánimos para que nunca dejes de avanzar y de crecer.
Siempre sintiendome orgulloso de todos tus logros, ya sea virtualmente, o viéndolo en nuestra casa, sigue asi y llegaras donde quieras, yo todos los dias aprendo contigo algo nuevo, gracias por enseñarme. Animo y a por todas mi amor.